martes, 2 de diciembre de 2014

Y mis ojos?

Recientemente hice fotos para un artículo en el New York Times viajando por la frontera en la Carretera Internacional, donde de un lado del camino queda República Dominicana y al cruzar está Haití. Por la comunidad de Los Algodones hay una gallera del lado haitiano de la carretera. Los domingos, dominicanos y haitianos se juntan y lo más maravilloso es que en medio de gritos, picotazos, sangre y un público furioso alimentado de violencia, suceden dos cosas mágicas que raras veces suceden en RD: la xenofobia no existe y las mujeres son invisibles. Ahí adentro no importa quién es dominicano o haitiano, ni si yo soy la única mujer entre 75 hombres. Bueno, al menos hasta que uno de los gallos caiga y el mundo regrese a su normalidad.

Cuando termina la pelea los dueños agarran sus gallos y salen. Otros hombres siguen discutiendo pero los gritos van disminuyendo poco a poco. Todos empiezan a salir de la gallera y la tranquilidad más o menos regresa, y con ella el comportamiento "normal." Me explico: El mundo parece pararse mientras esos dos gallos se atacan y el círculo dentro de la gallera es casi una burbuja de tiempo. Al morir un gallo la burbuja explota, la furia baja, y el hombre dominicano vuelve a identificar la presencia de una mujer en el grupo. Perdón por generalizar, pero he vivido casi toda mi vida en RD, y el acoso masculino puede llegar a ser insoportable. Por eso entenderán mi alegría al ver que me ignoraban. Cuando tenía la cámara a los ojos, me enfocaba sólo en hacer mi trabajo e ignoraba la sangre que se estaba derramando y hacia la cual se dirigía toda la atención. Mientras tanto, los hombres me ignoraban a mí. Lo que más quiere una fotoperiodista es llegar a ser invisible, y de igual manera lo que más quiero a veces como mujer en este país es ser invisible también.
Entre una pelea y otra me quedé documentando a los que se quedaban dentro de la gallera. Me llamó la atención un hombre que tenía unos brillantes en los dientes y le pedí para hacerle un retrato. Un hombre de ojos verdes se me acercó celoso a preguntarme por qué a él yo no le hacía fotos. "No es a él, es a sus dientes que le estoy haciendo la foto," le expliqué. A lo cual me respondió, "Y a mis ojos?" En ese mismo momento se acercó otro tipo, se quitó su gorra y me reveló un cabello con unos rizos particulares y me reclamó, "Y a mi pelo?" Se me salió una carcajada. Por más que moleste por lo general, hay veces que una no puede evitar reírse.

- Ya. Pónganse ahí lo' tre' junto' pa' hacerle' una foto!

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