lunes, 26 de abril de 2010

WALTER, CHRISTINA Y HAWAII

¿Y tú ?¿Has visto el océano alguna vez?



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- Yo soy Walter Carey. Tengo 73 años, pero es sólo un número. Y hago de Santa Clause, para eso me estoy dejando crecer la barba, para Santa Clause. Hago actuaciones de Santa Clause cada año. Y tenemos karaoke y canto mucho Sinatra. Y soy de Pevely, Missouri, y nunca he visto el océano. Sí, he visto fotos y lo he visto en las películas.
- ¿Estás planeando en irlo a ver?
- Me gustaría algún día, pero no sé si lo lograré o no. Mi difunta esposa, antes de morir, esa era una de las cosas que quería hacer, ir a ver el océano, pero nunca lo logramos.
- ¿Dónde te gustaría ir a verlo?
- Oigo que es hermoso en Hawaii, así que quizás en algún lugar en... sabes... No creo que lo logre porque estoy bajo seguridad social y no tengo mucho dinero y no estoy trabajando, así que, al menos que algo pasara, me ganara algo de dinero o algo, entonces no voy a poder ir... ir a Hawaii, ver el océano, y divertirme un poco. Hacer cosas que no he podido hacer antes. Creo que sería como un sueño hecho realidad, ¿sabes? Ser capaz de oler el agua y disfrutar, hacer cosas, sabes, de las cuales están hechas los sueños.


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- Mi nombre es Christina, tengo 19 años, vivo aquí en Festus, Missouri y, he estado en otros estados, pero en realidad nunca he visto el océano. Me gustaría pero, um, sólo tengo 19 años así que, quizás de aquí a poco tiempo lo haré. Espero que este año, pero este año prácticamente ya se acabó, así que probablemente en algún momento del año que viene. Tengo... tengo un... novio nuevo. Él está planeando en ir a Hawaii pronto, así que espero me lleve. 

Bueno, en verdad, estoy segura de que se verá muy bonito porque, digo, he visto lagos antes, y son muy bonitos, me gusta el agua así que... de verdad me gustaría ir, ver el mar y ser dinámica, y la arena y todo...

lunes, 19 de abril de 2010

MISSOURI 2: COMIENDO


Ya era lunes al medio día, y yo seguía sin haber cumplido mi propósito de encontrar una historia. Empezaba a tener hambre y buscaba un lugar para comer. Decidí que quizás sería bueno buscar un sujeto que me ayudara a complementar el segundo propósito de la semana: el de comer SOLO comida chatarra. Y así fue que salí en busca de los mejores comedores en Festus, Missouri. Pasé por varios lugares, incluyendo uno donde tenían 7 tipos de salsas BBQ. Finalmente llegué al White Grill, el restaurante más viejo de la ciudad (1938). 


Carol (48), compró el Grill hace 12 años y lo ha manejado con la ayuda de sus hijos: Vince y Tony (mellizos de 26); Brad, Brandon y Tara (trillizos de 24), y Christina (19). El ex-esposo de Carol también la ayudaba. Luego de 20 años casados, se divorciaron hace poco más de un mes pues, según Carol, "Ya era hora de irse. Yo estaba cansada de él y a mí también me gusta mucho vivir sola. Los hombres son un dolor en el trasero." Esta era mi historia.


El White Grill abre de 6 a.m. a 2 p.m., pero Carol llega a las 5 a.m. Hay un grupito de clientes fijos que comienzan a llegar a las 5:45 y se van parando fuera del negocio hasta que ella decide dejarlos entrar a las 6 en punto. Una vez adentro, cada hombre se dirige a su puesto habitual. La primera mañana que fui al Grill caminando tempranito, antes de que saliera el sol de otoño (que de todas formas no calienta mucho), llegué congelándome a la puerta. De ahí en adelante Carol ofreció buscarme en su carro a mi hotel. Eso implicaba levantarme a las 4 a.m., acompañarla al supermercado, llegar al restaurante, hacer fotos, estar un rato con ella en la tarde, y volver al hotel a las sesiones nocturnas de clases que comenzaban a las 7 p.m. y podían terminar a media noche. Pero al final del día, valía la pena no dormir y comer (GRATIS) todos los días en el WB. Era tan buena la comida ahí que siempre me encontraba compañeros del taller desayunando y conversando con los clientes. Luego me dijeron que una buena manera para hallar una historia en un lugar desconocido era, precisamente, ir a cafeterías a conversar con los locales, donde todos te hablan de los locos del pueblo o te cuentan su vida con un café en mano ... un buen consejo que me llegó un poco tarde.

Hablar con Carol en sus momentos libres, en la cafetería o en su casa, siempre podía resultar en algún comentario inesperado. La pasé muy bien con ella. No tiene pelos en la lengua y no se deja pisotear por nadie. Eso sí, cuando sus hijos (y hasta los hijos de su ex) la necesitan, siempre está ahí para ellos. Una tarde de esas llegó Mark, uno de sus "ex-hijastros" con su bebé para que se la cuidara un par de horas en lo que él iba a hacer unas diligencias. Ella aceptó con gusto, y mientras Mark le cambiaba el pañal a la niña antes de irse, Carol le comentaba con su voz muy poco maternal, "Si hizo pupú, ¡yo no quiero ninguna pupú en mi sofá!" Sí, esa es Carol, la que se lava el pelo todos los días para sacarse el olor a grasa, y se queja diciendo "No he tenido tiempo de quitarme este esmalte de uñas. No he tenido ni tiempo para arrascarme el cu..."





MENU DE LA SEMANA


SABADO
Brunch: Pancakes y huevos Benedict.
Cena: Mozzarella sticks y Budweiser.

DOMINGO
Desayuno: Omelette con queso cheddar y un biscuit.
Almuerzo: Puré con gravy, chuletas BBQ, macarrones con queso, pudín de chocolate y pay de manzana.
Cena: Pollo BBQ, maíz y brownie.

LUNES
Desayuno: Salchichas y tostadas francesas.
Almuerzo: Cerdo con 7 salsas BBQ, habichuelas BBQ, papas fritas.
Cena: Una funda de Frito's de la máquina distribuidora al lado del salón de clases.

MARTES
Desayuno: Waffles, omelette con queso cheddar y chocolate caliente.
Almuerzo: Cheeseburger con papas y chili.
Cena: Palomitas de maíz y Dr. Pepper.

MIERCOLES
Desayuno: Hash browns, papas, tocineta, huevos escalfados y un biscuit.
Almuerzo: Pollo frito con salsa picante, papas fritas.
Cena: Philly Cheese Steak de Subway's y Dr. Pepper.

JUEVES
Desayuno: Pancakes y salchichas.
Almuerzo: Ensalada con aderezo ranch, macarronis con chili, pan de ajo.
Cena: Domino's Pizza.

VIERNES
Desayuno: Hash browns, salchichas, tocineta, tostada y huevo.
Almuerzo: Pay de manzana.
Cena: Domino's Pizza.

SABADO
Desayuno: Biscuit y salchichas.
Almuerzo: Nada, me quedé dormida, ya era necesario...

lunes, 12 de abril de 2010

MISSOURI

El lunes pasado Albert Pujols bateó dos carreras en su primer juego de la temporada. Eso leí en el periódico, porque yo no sigo el bésibol y el juego no lo vi, claro. Fue hace seis meses que supe de la existencia de Albert, cuando fui al estado de Missouri a tomar un taller intensivo de fotoperiodismo. No fui a San Luis (la capital), sino a Festus, un pueblito de 10,000 habitantes donde la primera persona que supo que yo era dominicana me dijo:
- Oooh! Pujols!
- What?
- Albert Pujols!
- Who?
- St. Louis Cardinals!
- Huh?
Y ahí me lo aprendí para poder decirles, "¡Sí! ¡Claro! Exacto, ¡Pujols!" a las diez personas subisiguientes que me decían lo mismo.


El taller iniciaba un domingo y consistía en encontrar una historia que se pudiera documentar con fotos y concluirla antes del medio día del viernes. En pocas palabras, mientras más rápido los estudiantes encontráramos una historia, más probabilidades teníamos de poderla completar. Luego de conocernos y compartir unas Budweisers el sábado por la noche, el domingo cada cual salió del hotel a encontrar su historia.

Aunque Festus es un pueblo donde viven pocas personas, las distancias no son muy cortas, y los que alquilaron carros para moverse esa semana lo tenían más cómodo. Yo, caribeña, aguantando ese fríito de otoño, salí caminando por los alrededores del hotel a ver qué encontraba. Nada. Las calles vacías. Regresé al hotel y pedí un taxi. Se me ocurrió que, siendo domingo y las 9 am, podía encontrar gente en algún parque y le pedí al taxista que me llevara a uno grande y cerca. 3 gatos. Ok, paciencia. ¿Dónde están todos?


- Lléveme a alguna Iglesia entonces.
- Ok. ¿Qué tipo de Iglesia?
- No sé... ¿Cuál es la más distinta?
- Los de la Primera Iglesia Baptista son bastante raros...
- ¿Raros? Bueno, ok, llévame a esa a ver.

Cuando aparcamos frente a la entrada de la Iglesia, (bastante grande por cierto) vi un grupo de señores parados fuera y dudé en bajarme. "¿Y si no me dejan entrar porque no soy parte de su Iglesia?" le pregunté al taxista. Antes de que me contestara, uno de los señores me abrió la puerta amablemente y me preguntó, "¿Entras?" Respondí, "Sí," con miedo a que me hiciera muchas preguntas sucesivas que delataran que yo no era parte de su Iglesia. El taxista se despidió con un "Good luck" y arrancó, dejándome parada en el parqueo.

Cada una de las 5 ó 6 personas que estaban camino a la entrada de la Iglesia me saludó con una sonrisa y un efusivo "Welcome," así que en lugar de ser gente rara como decía el taxista, eran personas exageradamente agradables. El señor que me abrió la puerta del taxi me acompañó hasta donde un grupo de mujeres paradas frente a un mostrador y me dejó con ellas. La cadena de Welcomes siguió aquí también, al igual que mis miedos a responder .

- ¿Es tu primera vez aquí?
- Ehm. Sí.
- ¿Qué quieres hacer?
- No sé...
- ¿Quieres ir a un grupo de estudio de la Biblia?
- Ehm... bueno...
- Todos están en los grupos y bajarán en 30 minutos al servicio en la capilla.
- Ah, ok.
- ¿Edad?
- 25.
- Ok. Vamos a llevarte al grupo de jóvenes solteras en el salón 4B.

Bueno, a "mi grupo" lo habían cambiado de salón, y no lo encontramos, así que terminé con las mayores de 30 y casadas. Cuando entré estaban sentadas en un círculo, haciendo peticiones por las cuales todas íbamos a rezar juntas al final: por el parto de una de ellas que estaba embarazada en sus últimas semanas, por el dolor de pie de otra, por el esposo de una que lo acababan de mandar a Afganistán...
- Tatiana, ¿tú qué quisieras pedir?
- Nada, gracias.
- Ok. Pidamos porque tengas un viaje de regreso seguro.
El resto estuvo de acuerdo con la petición. Cinco minutos más tarde, estábamos bajando hacia el servicio: un salón enorme, un pastor con un micrófono con auriculares, una tarima con un buen coro y dos pantallas a ambos lados del escenario. Cuando el pastor hablaba, las pantallas mostraban una presentación de Power Point como soporte al tema; cuando el coro cantaba, se proyectaban las letras de las canciones, como en un karaoke.


Después del servicio, la profesora de mi grupo de estudio de la Biblia me invitó a almorzar con su familia y me dieron una bola hasta el hotel. A pesar de haber comido felizmente mucha comida chatarra (se convirtió en mi propósito de la semana: comer SOLO comida chatarra) yo seguía igual de perdida en mi OTRO propósito semanal: encontrar una historia.

Al día siguiente ya era lunes y la presión aumentaba. Caminé por el frente de una casa donde finalmente vi personas sentadas afuera. Pero casi nadie se hablaba entre sí. Le pasé por alante varias veces hasta que uno de los que estaba parado afuera se me acercó para conversar. Pregunté por qué estaban todos ahí fuera, y me dijo que era un hogar de esquizofrénicos y que él también era esquizofrénico. Me habló un poco más y se fue. Me acerqué hacia una mujer vestida de rosado, y me senté a su lado sobre un murito. Yo no hablaba, sólo sonreía y observaba. Habían 8 personas sentadas ahí cerca y no se hablaban, cada uno tenía una mirada distante. La mujer de rosado, Tina, masticaba unos M&Ms, se rió y me habló:


- Yo no puedo masticar esto porque no tengo dientes, se me había olvidado.
Me sonrió con la boca toda marrón y, efectivamente, sin dientes.
- Ah, ¿son de los que tienen maní adentro?
- Sí...
Yo me quedé sentada, también con la mirada distante, luego de un día y medio de buscar una historia y no encontrarla. Repasaba mis opciones en la cabeza, pensando en todas las personas que había conocido hasta el momento, y me iba confundiendo aún más. Creo que se me notaba la confusión en la cara, porque Tina interrumpió mis pensamientos mirándome a los ojos y diciéndome en tono de consuelo, "¡Hey! ¡Yo también estoy perdida!"

Continuará...

lunes, 5 de abril de 2010

EL SUR PROFUNDO

Esta es la historia de mi primer viaje inter-provincial en guagua "voladora". Fue en noviembre de 2008. Iba asustada la mayor parte del trayecto y sin tener ni idea de que éste iba a ser el primero de muchos viajes así en mi vida.

Guagua 1:

Luego de un fin de semana largo en Bahía de las Aguilas con diez amigos dominicanos y españoles, el domingo se dividió el grupo. Unos se regresaron a la capital, pero yo salí desde Barahona hacia el Lago Enriquillo con dos amigas españolas incapaces de percibir el peligro local, llevándonos exclusivamente de lo que ponía su guía Lonely Planet de República Dominicana. Nos aconsejaba un hotelito de RD$ 300 (US$ 8.50) por noche en habitación doble, en un pueblo que se llama La Descubierta a 4 km. del lago. 


La ruta tenía que ser en guagua Barahona-Neyba-La Descubierta. Salimos hacia la parada informal de guaguas en busca de la que iba en dirección a Neyba. Habían dos estacionadas, una grande y una pequeña y, obviamente, la chiquita era la nuestra. Era la cosa más destartalada que mis ojos jamás habían visto, y hasta el día de hoy mantengo esa posición: los sillones de piel estaban todos rotos y la colcha espuma se asomaba por los hoyos, el interior no estaba forrado y era todo de metal puro, y un clavo le pinchó el trasero a mi amiga durante todo el viaje. A veces el chofer apagaba el motor y dejaba que la guaguita rodara sola. "Sí, pero si está apagada, no frena," me comentó riendo un pasajero mientras cruzábamos un trozo de la carretera todavía no pavimentada y que era sólo arena. Yo no necesitaba motivos para estar más nerviosa así que le pedí al conductor con tono de madre histérica, "Ah, pue, chofer, ¡préndala!"

Como de costumbre el chofer recoge más gente de la cuenta y entonces tenemos que andar todos apretados, pero a mí me tocó el mejor asiento, en la primera fila de los asientos traseros, que hasta podía subir las piernas estiradas en un banquito que tenía en frente, y tenía una excelente vista a través del retrovisor del chofer cada vez que escupía o se sacudía los mocos. A mi lado se sentó un señor que venía desde Higüey (la otra punta de la isla) hacia la cárcel de Neyba a visitar unos amigos. Me contaba que él y sus compañeros son pilotos de esos que fumigan las plantaciones de caña en avioneta, y que habían sido arrestados porque resultaban sospechosos de narcotráfico. El que estaba a mi lado se salvó porque estaba fuera de la ciudad el día en que los agarraron a todos. Mientras me hablaba y me contaba más detalles, él mismo llegó a poner en duda la incocencia de sus amigos, y mis amigas pusieron en duda la de él. ¿Cómo era posible que en un mismo día se atravesara el país de punta a punta sólo para "visitar" a sus desdichados compañeros? Según él nos había explicado les pueden dar entre US$ 1,000 y 1,500 por cada kilo de coca que traigan, así que imagínense US$ 200,000 en un ratito...

Guagua 2

Después de un pica pollo con tostones en Neyba, estábamos listas en el parque esperando la próxima guagua que cruzara con dirección a Jimaní y pasando por La Descubierta.


La que conseguimos estaba prácticamente llena, pero subimos en esa porque ya estaba a punto de oscurecer y las probabilidades de que pasara otra guagua ese día eran pocas. Adentro era otro mundo, mitad haitianos y mitad brasileños cascos azules de vacaciones. Yo era la única extranjera. De un extremo a otro los pasajeros voceaban en portugés y en creole, y el pasaje se podía pagar en Gourdes o en Pesos. Como la guagua iba repleta me tocó sentarme en una tablita acolchada que se coloca en el espacio del pasillo entre dos asientos, apoyando los extremos de la tabla en el borde de cada silla. Un poco incómodo el trayecto, pero muy fresco porque había un buen aire acondicionado, así que ésta se podía considerar un "upgrade" de la guagua anterior.

Guagua 3

Al día siguiente, después de visitar el Lago, encontramos guagua directa hasta Santo Domingo. Con aire. Grande. Nueva, con 8 meses de uso. Creo que se llamaba "La Necia." Tenía pantallas planas para ver DVD's pirateados de conciertos de bachata en volumen extra alto, el DVD del 45 aniversario de Johnny Ventura, y algunos episodios del Chavo del 8. 


Empezó vacía en La Descubierta y terminó rebosada en Pintura. La guagua iba parando y subiendo pasajeros en el camino con fundas de colmenas de miel, sacos de uvas, etc. Una vez subió un militar que bajó casi inmediatamente porque parecía que estaba buscando otra ruta. Cuando se bajó, el chofer dijo en voz alta (no sé a quién se dirigía) "Por eso e que yo no monto droga aquí en la guagua, por si un militar necesita mi ayuda poder llevarlo." 

Por aire y por tierra, droga por todas partes. Entrando a la capital me despedí de mis amigos narcotraficantes y llegué sana y salva a mi casa.