lunes, 12 de abril de 2010

MISSOURI

El lunes pasado Albert Pujols bateó dos carreras en su primer juego de la temporada. Eso leí en el periódico, porque yo no sigo el bésibol y el juego no lo vi, claro. Fue hace seis meses que supe de la existencia de Albert, cuando fui al estado de Missouri a tomar un taller intensivo de fotoperiodismo. No fui a San Luis (la capital), sino a Festus, un pueblito de 10,000 habitantes donde la primera persona que supo que yo era dominicana me dijo:
- Oooh! Pujols!
- What?
- Albert Pujols!
- Who?
- St. Louis Cardinals!
- Huh?
Y ahí me lo aprendí para poder decirles, "¡Sí! ¡Claro! Exacto, ¡Pujols!" a las diez personas subisiguientes que me decían lo mismo.


El taller iniciaba un domingo y consistía en encontrar una historia que se pudiera documentar con fotos y concluirla antes del medio día del viernes. En pocas palabras, mientras más rápido los estudiantes encontráramos una historia, más probabilidades teníamos de poderla completar. Luego de conocernos y compartir unas Budweisers el sábado por la noche, el domingo cada cual salió del hotel a encontrar su historia.

Aunque Festus es un pueblo donde viven pocas personas, las distancias no son muy cortas, y los que alquilaron carros para moverse esa semana lo tenían más cómodo. Yo, caribeña, aguantando ese fríito de otoño, salí caminando por los alrededores del hotel a ver qué encontraba. Nada. Las calles vacías. Regresé al hotel y pedí un taxi. Se me ocurrió que, siendo domingo y las 9 am, podía encontrar gente en algún parque y le pedí al taxista que me llevara a uno grande y cerca. 3 gatos. Ok, paciencia. ¿Dónde están todos?


- Lléveme a alguna Iglesia entonces.
- Ok. ¿Qué tipo de Iglesia?
- No sé... ¿Cuál es la más distinta?
- Los de la Primera Iglesia Baptista son bastante raros...
- ¿Raros? Bueno, ok, llévame a esa a ver.

Cuando aparcamos frente a la entrada de la Iglesia, (bastante grande por cierto) vi un grupo de señores parados fuera y dudé en bajarme. "¿Y si no me dejan entrar porque no soy parte de su Iglesia?" le pregunté al taxista. Antes de que me contestara, uno de los señores me abrió la puerta amablemente y me preguntó, "¿Entras?" Respondí, "Sí," con miedo a que me hiciera muchas preguntas sucesivas que delataran que yo no era parte de su Iglesia. El taxista se despidió con un "Good luck" y arrancó, dejándome parada en el parqueo.

Cada una de las 5 ó 6 personas que estaban camino a la entrada de la Iglesia me saludó con una sonrisa y un efusivo "Welcome," así que en lugar de ser gente rara como decía el taxista, eran personas exageradamente agradables. El señor que me abrió la puerta del taxi me acompañó hasta donde un grupo de mujeres paradas frente a un mostrador y me dejó con ellas. La cadena de Welcomes siguió aquí también, al igual que mis miedos a responder .

- ¿Es tu primera vez aquí?
- Ehm. Sí.
- ¿Qué quieres hacer?
- No sé...
- ¿Quieres ir a un grupo de estudio de la Biblia?
- Ehm... bueno...
- Todos están en los grupos y bajarán en 30 minutos al servicio en la capilla.
- Ah, ok.
- ¿Edad?
- 25.
- Ok. Vamos a llevarte al grupo de jóvenes solteras en el salón 4B.

Bueno, a "mi grupo" lo habían cambiado de salón, y no lo encontramos, así que terminé con las mayores de 30 y casadas. Cuando entré estaban sentadas en un círculo, haciendo peticiones por las cuales todas íbamos a rezar juntas al final: por el parto de una de ellas que estaba embarazada en sus últimas semanas, por el dolor de pie de otra, por el esposo de una que lo acababan de mandar a Afganistán...
- Tatiana, ¿tú qué quisieras pedir?
- Nada, gracias.
- Ok. Pidamos porque tengas un viaje de regreso seguro.
El resto estuvo de acuerdo con la petición. Cinco minutos más tarde, estábamos bajando hacia el servicio: un salón enorme, un pastor con un micrófono con auriculares, una tarima con un buen coro y dos pantallas a ambos lados del escenario. Cuando el pastor hablaba, las pantallas mostraban una presentación de Power Point como soporte al tema; cuando el coro cantaba, se proyectaban las letras de las canciones, como en un karaoke.


Después del servicio, la profesora de mi grupo de estudio de la Biblia me invitó a almorzar con su familia y me dieron una bola hasta el hotel. A pesar de haber comido felizmente mucha comida chatarra (se convirtió en mi propósito de la semana: comer SOLO comida chatarra) yo seguía igual de perdida en mi OTRO propósito semanal: encontrar una historia.

Al día siguiente ya era lunes y la presión aumentaba. Caminé por el frente de una casa donde finalmente vi personas sentadas afuera. Pero casi nadie se hablaba entre sí. Le pasé por alante varias veces hasta que uno de los que estaba parado afuera se me acercó para conversar. Pregunté por qué estaban todos ahí fuera, y me dijo que era un hogar de esquizofrénicos y que él también era esquizofrénico. Me habló un poco más y se fue. Me acerqué hacia una mujer vestida de rosado, y me senté a su lado sobre un murito. Yo no hablaba, sólo sonreía y observaba. Habían 8 personas sentadas ahí cerca y no se hablaban, cada uno tenía una mirada distante. La mujer de rosado, Tina, masticaba unos M&Ms, se rió y me habló:


- Yo no puedo masticar esto porque no tengo dientes, se me había olvidado.
Me sonrió con la boca toda marrón y, efectivamente, sin dientes.
- Ah, ¿son de los que tienen maní adentro?
- Sí...
Yo me quedé sentada, también con la mirada distante, luego de un día y medio de buscar una historia y no encontrarla. Repasaba mis opciones en la cabeza, pensando en todas las personas que había conocido hasta el momento, y me iba confundiendo aún más. Creo que se me notaba la confusión en la cara, porque Tina interrumpió mis pensamientos mirándome a los ojos y diciéndome en tono de consuelo, "¡Hey! ¡Yo también estoy perdida!"

Continuará...

2 comentarios:

  1. Wow! Esta historia si me ha gustado, sólo por lo que dijo Tina al final: "Hey, yo también estoy perdida" Que momento!

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  2. Me gusta mucho tu estilo de narracion! Logras mantener el interes durante todo el escrito. Sigue asi!

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