lunes, 30 de junio de 2014

A ROQUE


A Roque se le puede ver diariamente en El Conde, bebiendo café y fumando. La Cafetera ha sido uno de sus lugares preferidos, desde hace más de 50 años. En primer plano está “King Conde” o el Rey del Conde, quien camina por la calle con un vaso improvisado de ron todas las mañanas.

(Zona Colonial de Santo Domingo, RD, 2009)
 
La primera vez que alguien se acerca a Roque Félix lo primero que hace es pedirle una foto. Con razón él se considera el hombre más fotografiado del Conde, y puede que esté en lo cierto. Y es que en el ambiente casual de la Zona, sus bigotes y su ropa impecable llaman la atención. Luego de la fotografía la persona puede que entable una conversación con él. Ya ahí de cerca notaría las manchas de café y rastros de quemadas de cigarrillo en su camisa, y se enteraría de que Roque mismo la confeccionó veinte años atrás cuando trabajaba junto a su hermano en su sastrería de la Arzobispo Portes. El le hablaría sobre chacabanas, le contaría de su origen Palestino, de Trujillo, de su participación en la Guerra de Abril, y de la vez cuando en Nueva York la gente confundió a Roque Félix con un Rockefeller.
Jennifer, 25, hija de Roque, a veces recoge a su papá en El Conde para acompañarlo a la casa.
Pero quien logra hablar con él más de una vez logra pasar más allá del primer discurso repetido. Roque tiene más de 50 años yendo a la misma cafetería. “Desde que viene aquí tempranito hay que ponerle su café, y un cenicero porque fuma mucho. Lo de Roque na´má es eso como quien dice: mucho café y cigarrillos!” cuenta Franklin, empleado de La Cafetera. Los empleados y los clientes usuales lo conocen mejor: saben que tiene una esposa, Josefina, casi 30 años menor que él; saben que tiene cinco hijos y que tres aún viven en casa: Jennifer, Ismael y Habrán; saben que Jennifer, 25, es muy atractiva y que cuando busca a su papá en La Cafetera todos los hombres la persiguen con los ojos; saben que Ismael, 18, tiene el pelo muy largo y la sonrisa muy grande; saben que Habrán tiene 13 años y síndrome de down, por lo que Josefina pasa todo el día con él. 
Habrán, 13, es el hijo menor de Roque.
También saben que Roque, 82, pasa gran parte de su día con su hermano menor, Antonio, 67. Lo habrán oído mencionar, aunque nunca lo habrán visto porque hace años que no sale de su apartamento. Vive en una segunda planta, en el mismo edificio que la familia de Roque.
“Yo prácticamente vivo aquí. La familia está abajo. Yo bajo a veces, de vez en cuando. Hay días que no bajo,” explica Roque.
Antonio (cariñosamente “Sueta”) está en silla de ruedas luego de un accidente que le fracturó la columna 26 años atrás. Cuando Antonio se divorció de su esposa, y debido a su condición delicada, Roque se mudó con él para cuidarlo, dejando a su esposa e hijos en el primer piso. “Yo prácticamente vivo aquí. La familia está abajo. Yo bajo a veces, de vez en cuando. Hay días que no bajo,” explica Roque. 
Antonio disfruta mirarse en el espejo mientras come. Roque usualmente está a cargo de cocinar para ambos tres veces al día.
Por las mañanas, prepara el desayuno a su hermano y lo pasa de la cama a la silla de ruedas. Antes de salir a La Cafetera a las 11, lo acuesta otra vez. Estar mucho tiempo sentado le provoca llagas, por lo que Antonio intenta cambiar de posición varias veces al día. Roque acerca la silla a la cama y sube los pies de Sueta al borde del colchón. Apretando los brazos de la silla con sus manos, Antonio se empuja hacia arriba y se impulsa hacia adelante mientras Roque, parado paciente y con su espalda encorvada, le hala por las piernas hasta hacerlo caer sobre la cama. Lo acomoda, le trata las llagas y le deja un vaso de agua y el teléfono cerca antes de irse.
“Lo estoy haciendo con mucho amor, mucho amor, porque no puedo vivir sin él, ni él sin mí.” dice Roque sobre cuidar a su hermano.
Antes de salir al Conde, Roque se asegura de dejar un vaso de agua y el teléfono cerca de la cama de Antonio.
Camina por la Sánchez y el Conde, respondiendo a cada saludo por la calle de gente que le grita, “Don Roque!” mientras sigue andando. A veces ni gira la cabeza, de todas formas no ve bien de lejos y no sabría de dónde viene la voz que lo saluda. Pero aún así levanta la mano derecha (en la izquierda tiene su cigarrillo), y responde sonreído con un enfático, “Ey! Cómo ‘tamo?” Se detiene en varios banquitos a lo largo del Conde, donde amigos lo llaman para un juego de ajedrez.
Regresa un par de horas más tarde a la casa a preparar la comida. Josefina a veces lo ayuda, aunque en ocasiones ni se ven.
Roque y Josefina se conocieron en la Zona Colonial. “Yo la vi una noche con una amiga en el Conde y me gustó y la invité a tomarme una cerveza y una cosa. Nos hicimos amigos. Me enamoré de ella. Yo tenía como 45 años y ella 17,” cuenta Roque. “Ella siendo una mujer tan joven yo diría que yo le caí bien. Yo no le disgustaba,” dice. Tiempo más tarde se casaron y sus cinco hijos nacieron en este mismo apartamento de la calle Sánchez. Hoy, la dinámica en el edificio ha cambiado.
Por las noches, Roque ahora duerme  con su hermano. Al acostarlo, se sienta un rato en una silla a ver televisión en la sala que quedó casi vacía con la partida de la ex-esposa de Sueta. A la mañana siguiente, Roque comieza la misma rutina de manera natural. “Lo estoy haciendo con mucho amor, mucho amor, porque no puedo vivir sin él, ni él sin mí.”
Cuidar de Antonio resulta exhaustivo para Roque. En ocasiones se queda dormido a mitad del día.
Antonio murió en el 2009. Roque regresó a vivir con su esposa e hijos. Sufrió una caída y estuvo en silla de ruedas también, hasta su muerte recientemente en mayo 2014. 
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Muchas veces me preguntan cómo la gente me deja entrar a sus casas para fotografiarlos, sin conocerme. También me preguntan cómo hago para que no me afecten emocionalmente las historias que retrato. En verdad no tengo una respuesta para ninguna de esas preguntas. Las cosas simplemente pasan de manera natural, y uno se termina involucrando más con unas historias que con otras. La de Roque fue la primera historia documental que he trabajado, y ciertamente una de las más especiales. Me mudé unas semanas a la zona colonial en el 2009 para estar más cerca de él. A veces pasaba todo el día con él y su hermano, aunque no estuviera pasando nada. Otras veces sólo nos veíamos un momentito mientras se bebía su café. El hecho de ser ambos descendientes de inmigrantes árabes hizo que yo le simpatizara más rápido. El cariño fue mutuo y se desarrolló rápido. Con su familia completa también me llevaba bien, y aún años más tarde cuando pasaba a saludarlo nos despedíamos con un "te quiero mucho."
Poco después de salir publicadas algunas de estas fotos en el periódico, hace cinco años, recuerdo el momento en que recibí la llamada de una sobrina suya para avisarme que Antonio había fallecido. También recuerdo que cinco semanas más tarde recibí otra llamada, esta vez del extranjero:

- Tatiana, te habla Miriam, la hermana de Roque desde Toronto. Hace días te quería llamar para felicitarte por el reportaje. Luego murió Antonio y no tenía ganas de hablar. Te estoy llamando porque viendo la foto de Roque y su hermano que salió en el periódico escribí unos versos, como en rima. Si quieres te los leo.

A la Honorable y distinguida joven fotógrafa
TATIANA FERNANDEZ
Con relación a  la foto de mis hermanos Don Roque y Jesús Antonio Felix Mufdi Abudeyes, tomada por ella

Tú penetraste en su mente
tú descubriste su miedo
su sufrimiento, su lucha
por salvar su hermano enfermo.

También su profunda pena
del desválido impotente
el que no puede hacer nada
el que casi ya no duerme
pues teme perder al hijo
so apareciera la muerte
liberadora de angustias
realidad de ser viviente

A Tatiana

La nobleza escondida
la hiciste relucir
obedeciendo los sentimientos
hermanos de tu alma
que brotan de las raíces
de quienes te procrearon

Tatiana

No retratastes la opulencia
la arrogancia, ni el poder
retrataste la nobleza
encarnada en el amor
del anciano casi ciego
del que con amor y desvelo
pasa el tiempo con su hermano
dando amor, dando aliento
con la fuerza que proviene
seguro del mismo cielo

Mriam F- Mufdi d'Audibert G,
Toronto,Ontario, Canada

De más está decir que cuando Miriam terminó de leerme esto las lágrimas ya se me salían del otro lado del teléfono.

Un día del mes pasado, recibí mensajes por Facebook, casi simultáneos, de tres personas diferentes que sabían de mi relación con Roque. Todos decían algo como "Tatiana, ando por la zona colonial y la gente está diciendo que Roque murió esta mañana." No lo creía hasta que logré hablar con su hija. Y las lágrimas se me salían otra vez. Sabía que a su edad podía pasar en cualquier momento. Pero todavía no lo creía; no imaginaba el Conde sin él. Esa noche pasé por la funeraria donde su esposa, hijos y hermanas me abrazaron como a otro familiar más. Aún habiendo pasado cinco años de ello, me presentaban a otros amigos y miembros de la familia como "la que hizo el reportaje de Roque y Antonio."

Me resulta casi mágico ver lo mucho que un reportaje fotográfico puede afectar a los personajes, a la familia de los personajes y a mí como fotógrafa. Los vínculos que se crean entre fotógrafa y sujetos (personas que hasta hace unos días eran extraños) para mí no tiene precio. No cambiaría mi trabajo por nada.