lunes, 31 de mayo de 2010

EGIPTO: SEGUNDA PARTE

En este país de expertos en engañar a los turistas, todo parecía conducido por un guión previamente estructurado, como una especie de obra de teatro.  En Luxor, dentro de una fábrica de cosas hechas con alabastro, comenzó “la obra” enseñándonos los pasos detrás del proceso de fabricación. Después de la bebida de bienvenida, arrancó la presentación, donde cada trabajador tenía una parte asignada y esperaba su “cue”. “First we take ze stone and sand it wiz anozer stone,” y apareció un hombre haciendo eso. Pausa. “Zen we sand it wiz sandpaper,” y apareció otro hombre haciendo eso. Baja el telón. La obra terminaba con la explicación de cómo su producto era EL ORIGINAL y los demás vendían imitaciones.


En el Pueblo de los Trabajadores, donde solían vivir los artistas que pintaban las tumbas de los faraones, están las tumbas de esos trabajadores, dibujadas de manera muy parecida a las de los reyes, pero mejor conservadas y con muchos colores. Los guías no pueden llegar hasta abajo, porque es muy estrecho y regulan el flujo de gente. Cuando mi hermano y yo bajamos las escaleras para entrar a una de las tumbas, en el fondo había un hombre egipcio encargado de cuidarla, con bata larga, gorro en la cabeza, y actitud muy parecida a la de parqueador de la Zona Colonial. Su función, en principio, era la de regular que no hiciéramos fotos. Además de esto, lo cual fue aclarado apenas entramos, nos entregó un pedacito de cartón y dijo: "air conditioner." Esa palabrita en inglés, y el acto de aceptar el cartón, dieron inicio a otra obra de teatro, con un guión donde explicaba cosas sin ni siquiera preguntarlas. Cuando terminó de decir tres disparaticos, para concluir su participación, nos preguntó, "Are you happy?" extendiendo la mano con la palma hacia arriba. Traducción: Deme algo. Esa fue la primera vez que escuchamos esa frase. De ahí en adelante, en todas partes siempre aparecía uno que después de que nos ayudaba con cualquier cosita, se cuestionaba sobre nuestro estado de felicidad. "Are you happy?"
Nunca llegué a acostumbrarme a ese nivel de acoso, y luego de unos días en Egipto ya estaba lista para regresar a casa.  Llegamos al aeropuerto con tiempo, a las 6:15 pm y el vuelo era a las 8:40 p.m. El Cairo-Milán. Al cabo de unos minutos de repasar la lista de salidas, nos dimos cuenta de que nuestro vuelo no aparecía en la gran pantalla. Preguntamos en Información, y nos dijeron "no existe." El vuelo hasta Milán había salido ya a las 12:50 p.m. "Vayan a la oficina de Alitalia ahí al lado a ver qué pueden hacer". Cerrada. Volvimos a Información. "Hay otra oficina en el segundo piso". Subimos a un piso que tenía un aire de hospital público pero sin gente. Arrastramos nuestros bultos hasta el final del pasillo estrecho que terminaba en una puerta, luego de esa puerta otro pasillo, luego de la puerta al final de ese había otro pasillo, y finalmente la puerta a la derecha con el letrerito de Alitalia. Efectivamente, el vuelo no existía. La agencia se había equivocado. Sólo volaban a las 8:40 en 3 días de la semana y ESE no era uno de esos días. Solución: "Los vamos a poner en el vuelo de El Cairo-Roma a las 4:30 a.m. y luego en el de Roma- Milán a las 9:10 a.m. Llegan a las 10:30 a.m. a Milán. Pero… la boletería está cerrada. Ya les hice una reservación. A la 1:00 a.m., cuando abran allá abajo, les imprimen el boleto y hacen el check-in." Así que hasta que no tuviéramos el boleto impreso, es decir 7 horas más tarde, no podíamos hacer nada más que esperar pacientemente en el lado de los “no pasajeros,” acompañados de:
- Todos los chocolates que nos habían sobrado del crucero (de los que te dejan sobre la almohada cada noche)
- El equivalente a 10 dólares en libras egipcias, que nos alcanzaron para una botella de agua y una pizza de queso de la única cafetería que había en el desgraciado lado de los “no pasajeros,” y que irónicamente se llamaba "Café Milano." En las bocinas del café se escuchaba "La gasolina" y dentro de la caja de pizza vinieron tres sobrecitos de catchup.
- Diferentes grupos de turistas asiáticos que cambiaban cada hora.
- Dos libros para leer bajo un farol intermitente que se encendía 5 minutos sí, 1 minuto no... yyyyy 3 minutos sí, 2 minutos no... yyyyyyy....
- Una mosca. A veces se metía por mi nariz, a veces por la oreja de mi hermano. Nos paramos y nos movimos de sitio, pero la muy lista nos encontró. Así que nos paramos y CORRIMOS hasta otra silla. “¡Ja! ¡La engañamos! La perdimos…” Qué va....
- Un hombre de los de mantenimiento que cuando le pregunté dónde quedaba el baño, me llevó él mismo, esperó que yo saliera y me preguntó, "No money? No tip?" "No." I´M NOT HAPPY!
Aeropuerto de El Cairo. 9:55 p.m.


lunes, 24 de mayo de 2010

EGIPTO: PRIMERA PARTE

Al terminar el crucero, volé con mi hermano hasta El Cairo para pasar unos días. Teníamos muy claro lo primero que queríamos hacer una vez aterrizáramos: ver las pirámides de Giza. Así que, luego de llegar al aeropuerto de madrugada y de una mini-dormida en la habitación, subimos a un taxi que estaba frente al hotel. Por un precio que nos pareció razonable nos ofreció: llevarnos a Giza, esperarnos, no sé qué cosa, y regresarnos. Era difícil entender su acento, pero aceptamos la propuesta. Así empezó el día de los más grandes engaños turísticos. 
Primera parada: una tienda de papiros. Nosotros ansiosos por llegar al desierto y este señor, sin decir nada, se estacionó frente al local y nos pidió que bajáramos. "Ustedes ver cómo ellos hacen papel papiro. Si gusta, ustedes comprar, si no gusta, no problema." Parece que el chofer tenía algún acuerdo con esta tienda de llevarles turistas estúpidos. Nosotros fuimos dos de esos estúpidos que terminamos comprando cosas que no necesitamos. Por ejemplo, nunca se me había ocurrido que yo necesitaba un dibujito de una reina egipcia sobre un papiro, y con mi nombre escrito en jeroglíficos. "Cada letra tiene un significado. ¿Cuál es tu nombre?" "T-A-T-I-A-N-A." "Ok. T significa que tienes buen apetito..." Los que me conocen bien saben que eso es muy cierto, así que ahí fue que me convenció y le compré.

Segunda parada: estación de alquiler de camellos para ir hasta las pirámides. ¡Al fin! Es una sensación tan extraña la de subirse en un camello. No es absolutamente parecido a subirse en un burro. Cuando están acostados en el piso y te encaramas es una cosa, pero cuando se paran es... ¡Uno no espera que esas canillitas se estiren tanto! De pronto verse allá arribota, lejísimo del piso... Luego está la sensación de verse solos en el desierto: mi hermano y yo, el guía, y un niño que llevaba los camellos. A mitad de camino el guía nos dice que el precio que habíamos acordado en un principio, antes de salir, no incluía el pago a él por sus servicios de guía, y que eso se cobraba aparte. ¿El creía que yo iba a agarrar un camello y me iba a escapar sola por el Sahara? Se SUPONDRIA que viniera con guía, ¿no? Pero bueno, eso era un tema aparte. Por primera vez en dos semanas estábamos en un lugar turístico, pero SOLOS. Lo más que alcanzamos ver fue un grupito de cinco turistas a lo lejos. Sólo nosotros, los camellos, el silencio, la brisa, el solazo, El Cairo a la derecha y el Sahara a la izquierda, las pirámides al frente, cada vez más cercas, cada vez más grandes. No lo podía creer. Se me aguaron los ojos (quizás porque se me metió arena). Impresionante. Bajamos, nos encaramamos, manoseamos las piedras, y volvimos a encaramarnos en nuestros respectivos camellos para dirigirnos hacia la Esfinge.


Esa era otra historia. Ahí sí habían turistas porque se puede llegar hasta ella en bus (ella siendo una mujer sin nariz con muchas palomas volándole alrededor y posándosele por toda la cara. ¿Por qué será que donde hay turistas siempre hay palomas?)
Tras pasar dos horas dando vueltas por el desierto en camello, salimos medio hedionditos. Pero, aún así, fuimos (fuimos no, nos llevaron sin preguntar) a una tienda de esencias donde nos hicieron una presentación de los aromas, embarrándonos con aceites perfumados que se estaban mezclando con nuestro sudor. Aquí, estúpidamente, compramos un perfume cada uno. 

Para finalizar el día, hicimos una parada sobre la cual SI tuvimos un poder de decisión: "Taxista, llévenos al supermercado." Seleccionamos entre las pocas cosas que tenían  fechas de expiración claras y expresadas en el sistema numérico occidental. Salimos con un paquete de pan pita y un labhen (yogur-queso) para desayunar. 
Y ya... volvimos al hotel. Le pagamos lo acordado al taxista, y un chin más porque, claro, como nos explicó el chofer a último minuto, esa suma no era para él sino para la compañía de autos. "For me, if you are happy you give me whatever you want."
Continuará...

lunes, 17 de mayo de 2010

RECIEN CASADA EN SANTORINI


Una de las paradas del crucero fue en Santorini, Grecia: una isla volcánica donde la capital, Fira, está a lo alto del acantilado, 586 escalones por encima del mar. Se puede subir en teleférico, en burro o caminando. Mi hermano y yo decidimos subir en burro, pero no fue muy buena idea. Los animales estaban alborotados, iban casi corriendo hacia la cima, bordeando el precipicio sin control. Una turista que estaba subiendo a pie quedó aplastada momentáneamente entre la barriga de mi burro y la del de al lado. Lo vi venir, pero no tuve manera de evitarlo.


La vista desde la cima es increíble. En un momento perdí de vista a mi hermano que entró por una puertecita azul hacia un callejón. Intenté seguirlo. Crucé la puerta y, bajando por unas escaleras, apareció una terraza y una mujer vestida de novia, sola, de espaldas. Levanté la cámara para hacerle una foto y, de pronto, apareció un hombre coreano vestido de novio. Venía bajando las escaleras rápidamente con un ramo de flores fucisas en su mano derecha. Me vio y bajó la velocidad. La novia se giró y vi que era coreana también, y que además iba con la cara pintada de blanco y las uñas del color de las flores de su ramo.


Kyu y Jane se llamaban, y estaban de luna de miel. Esa mañana se habían vestido de novios para retratarse alrededor de la isla. Cuando me vieron hacerles fotos, en lugar de molestarse me hicieron una propuesta: que les tomara con su cámara también y que me fuera junto a mi hermano y ellos a Oia, otra ciudad de Santorini. Yo tenía ganas de conocer esa parte de la isla, pues nos habían dicho que era la más bonita, pero no teníamos cómo llegar... hasta ahora. Aceptamos la oferta y subimos a su carro alquilado. La pareja era la sensación de la isla. Andar con ellos significaba formar parte del espectáculo: los novios + el cortejo nupcial (mi hermano) + la fotógrafa oficial (yo). Por donde sea que pasáramos la gente aplaudía, se hacía fotos con ellos, o simplemente los miraban y se reían.




Kyu nos hablaba en inglés; Jane no entendía nada y sólo sonreía y caminaba. Él tenía muy claro el tipo de fotos que quería. Él mismo elegía los lugares, iba a posar y decía "Here," y ahí les hacía la foto. Luego decía "Now, butt call," y hacía señas con las manos de que hiciera la misma foto encuadrada en vertical. Yo no entendía lo que él quería decir con eso, pero me llevaba de sus manos y le hacía las fotos que me pedía. Me tomó un largo rato descifrar que lo que a mí cada vez me sonaba como "butt call" en verdad era "vertical."
Después de cada toma Kyu siempre se ofrecía a hacerme una foto con mi hermano (creo que sentía que se estaba aprovechando de nosotros.) "Vengan, yo hago foto de ustedes también. ¿Ustedes dos también se acaban de casar?"   "Es mi hermano."

lunes, 10 de mayo de 2010

VIAJANDO EN UN GERIATRICO

Hace dos años mi abuela quería llevarnos a mi hermano y a mí en un crucero por el Mediterráneo durante el verano. Finalmente ella no pudo ir y nos fuimos mi hermano y yo solos, de "luna de miel," por Europa. En las dos semanas que duró el viaje, 23 veces (por lo menos) dije la frase “No es mi esposo, es mi hermano.”


No sabíamos que ese tipo de viajes estaba prácticamente destinado a un público envejeciente. En el barco sólo el 10% tenía menos de 40 años mientras que el 80% tenía una alta probabilidad de no llegar vivo al último puerto. En nuestra primera noche abordo, nos fuimos “de bonche” a la librería del barco a jugar Scrabble, donde conocimos a 4 amigos cuyas edades sumaban 414 años. Otras actividades divertidas que se podían aprovechar fuera de la librería eran las clases de Word en el salón de computadoras, y en el salón de baile las clases de cha cha cha al ritmo de la música de Maná.
La segunda noche hubo una SUPER FIESTA en la discoteca, con esmoquin y vestido formal, como un típico prom gringo… pero para seniors. Había una discordancia visual en esa imagen de ancianos en un prom. Me pidieron la cédula a la entrada de la "disco". Se las di. "Oh, yo pensaba que tenías como 16 años." No le respondí, pero pensé, "Sí, supongo que no soy tan vieja como el resto, pero soy mayor de edad."
Los ancianos bailaban boleros a ritmo del cha cha cha que habían aprendido en la clase. Después vino una música twist y enloquecieron: los viejitos rompiendo la pista, a punto de romperse las caderas también. Las manos arribas, y el gritico ¡Wooo! y el trencito, y el gritico ¡Wooo! y… brazos arriba, a formar un puentecito para pasarle por abajo, ¡Wooo!

En la décima noche fuimos al restaurante del barco por última vez a romper la misma promesa estúpida que nos hacíamos todas las noches: "Ok, ok, HOY sí que no vamos a comer postre." Esa noche fui a recepción a pedir que me dieran un mini tour de la cocina (me daba mucha curiosidad ver de dónde salía nuestra comida). Me dijeron que ya no era posible. No obstante, yo confiaba que con una sonrisita mía podía conseguir muchas cosas, así que fui donde el director del comedor a sonreírle y decirle que por favor me dejara asomarme a la cocina. Logré mucho más que eso. Me tomó del brazo como un caballero en una película en blanco y negro, y me coló por la puerta de la cocina rápida y disimuladamente. En un solo minuto me enseñó el área del café, de lavar platos, de pastelería, de salados... Enorme y agitado todo, en esa cocina donde se preparan 9,000 platos al día. Así me despedí del restaurante y del barco.
La despedida de mi hermano, sin embargo, consistió en pasar por la mesa de al lado constituida por 8 doñas mexicanas enamoradas de él y que, noche tras noche le enumeraban a sus hijas solteras. A mí sólo me decían, "Ay, ¡pero qué hermoso hermano tienes! ¡Es una joya! ¡Una foto con él todas!" Qué pena que era tan sólo mi hermano y no mi esposo.
En la próxima entrada: Lo que pasó cuando bajamos del barco y vimos gente más joven.

lunes, 3 de mayo de 2010

EN LA NALGA DEL MUNDO

Siguiendo la mala racha del 2010, ahora resulta que tengo una hernia y el médico me recomendó nadar. El gimnasio X, al cual NO voy a ir, cuesta de inscripción unos 12,000 pesos (USD$ 320) más 2,500 pesos (USD$ 68) mensuales. Bueno...


Hace unos días, estuve en Río Limpio, al borde del Parque Nacional Nalga de Maco. Uno pensaría que el nombre del Parque tendría algo que ver con su ubicación en "la nalga del mundo" (casi a 7 horas de Santo Domingo) pero en verdad se debe a la forma de la cima de una de sus montañas. Andando por un caminito me encontré con el letrero del Gimnasio Jack pintado en el frente de una casa.


Pregunté a los vecinos por dónde se entraba al gimnasio, y me dijeron, "allá atrá." Bordeé la casa en busca de la puerta trasera, pero no hacía falta entrar: era un gimnasio al aire libre y equipado con máquinas "improvisadas". La inscripción cuesta 50 pesos (USD$ 1.35) y la mensualidad 25 (USD$ 0.68). No tiene piscina, pero me parece mucho mejor que la cuota capitaleña.



Desde el gimnasio, esa mañana se oía, no muy lejos, a un grupo de personas tocando un perico ripiao en vivo. Me dejé guiar por mis oídos y llegué hasta un grupo de hombres de la comunidad, tocando bajo la sombra de una enredadera.




Me pasé un rato con ellos, y cuando volví a encontrarme con mis amigos con los que me regresaba a la capital, me dice uno:

- ¡Pero tú hueles a ron!
- Sí... eh... mira lo que pasó...
- Sí...
- Es que había un grupito tocando perico ripiao, y lo músico taban bebiendo ron...
- Aja...
- Y como yo taba tocando la güira, entonce me tocaba beber...
- ¡¿A las 10 de la mañana?!
- Ehm, sí, sí...


Yo quiero vivir siempre en la nalga del mundo...