lunes, 18 de enero de 2010

VIAJE A LAS MATAS DE FARFAN, la celebración

La celebración del santo en las Matas de Farfán se ha vuelto más una tradición de pueblo que una celebración religiosa; algo que se celebra "porque sí." Al preguntarle a Don Mitelio, el anfitrión de la fiesta, quién era San Antonio y por qué estábamos celebrando su día, éste respondió, "San Antonio e un santo miterioso y bondadoso. No sé si dije mal porque soy una gente bruta. Ademá, lo celebro porque ese santo era de mi papá. Él murió y yo seguí celebrándolo a honor a él."


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El día comenzó temprano, con la preparación masiva de comida para toda la comunidad: arroz, habichuelas, pollo, chivo y...chenchén. Cuando cayó la tade y ya habían pasado la misa, el almuerzo, un poco de baile y el fregado, me fui con algunas mujeres a bañarnos en el río antes de seguir la fiesta. Fueron unos diez minutos geniales, todas desnudas o semidesnudas olvidándonos del calor del sur y de la presencia de las otras. El agua estaba riquísima, se veía marrón, pero juro que estaba limpia.

Al volver a la fiesta, todas las mujeres que en el día andaban en rolos y tubis, por la noche el pelo se soltaron y la ropa se ajustaron. Yo andaba desaliñada como siempre porque no había empacado ni un peine. 

Cuando me dieron ganas de hacer pipí, le pedí a una señora que me acompañara a la letrina. Me dijo, 

- Mejor de noche tú hace pipí en cualquier parte, mira ahí, atrá de eso, agáchate ahí.

- No, 'tá bien, yo voy a la letrina, así no me salpica y no me tengo que agachá taaaan pa' abajo. (Además, no le quería orinar el "patio" al señor de la casa.)

Abrí la puerta de zinc de la letrina, alucé con el celular y vi una cucaracha dándole vueltas al hoyito del "inodoro." Cerré la puerta y fui donde me había dicho la señora en un principio. En lo que conversábamos, me bajé los pantalones, me agaché, y le seguí hablando de frente a ella en lo que orinaba, como si nada pasara. Así fue que me di cuenta que entre la muchacha de la guagua y yo, ya no había mucha diferencia. Yo era una más del campo.

lunes, 11 de enero de 2010

VIAJE A LAS MATAS DE FARFAN, segunda parte


El día de San Antonio, luego de ver al anfitrión de la casa donde dormí matar una cacata enorme en la sala, nos dirigimos hacia el hogar donde se iba a celebrar la fiesta del Santo. Llegamos como a las 8:00 a.m. y las mujeres del pueblo ya hacía rato que estaban cocinando para la celebración. Yo me ofrecí a ayudar pero en realidad yo no sé matar un pollo ni un chivo, ni desplumarlo/ despellejarlo, ni picarlo en pedacitos ni mucho menos distinguir cuál parte del cuerpo se come y cuál no. Así que me concentré en lo que sí sé hacer: tomar fotos y bailar. Esa fue una sorpresa para la gente del campo, “¡Oh rubia! ¿Y tú baila?” A  veces me creo que por el hecho de yo no ser tan blanca me puedo camuflar mejor entre la gente, pero al final por mi cabello siempre me ven diferente. Evidencia de esto es la conversación que tuve con un muchacho:

- Yo quiero una americana como tú.

- Yo no soy americana. 

- Yo sé, pero e así que la quiero, como tú, que hable 2 lengua.

- ¿Por qué tú cree que yo hablo 2 lengua?

- Se te ve en lo cabello.

- ¿Entonce tú dice que por mi cabello tú sabe qué yo soy?

- Sí, yo sé qué tú ere. Americana, americana…

- ¿Por lo cabello?

- Claro que sí.

- ¿Qué tienen de americano mi cabello?

- ¡Eh, to lo power! ¡Tienen to lo power! Oye yo toy caminando e pa eso e.

-¿Pa qué?

- Pa conocé…

- ¿Una americana?

- Claro que sí.

- ¿Y pa qué tu quiere una americana?

- Pa casame con ella.

- ¿Pa qué? ¿Pa lo papele?

- ¿Eh? No e por papele, por el amol no má. 

- Ah, por amor...

- Oye yo lo que quiero e tené hijo que me salgan así no má, con lo cabello. Yo no quiero papele porque yo trabajo, consigo lo cualto mío yo trabajao.

- ¿Entonce tú quiere hijo con el “pelo bueno”?

- Con el pelo bueno…Tú ve lo mío no e que son malo, e que yo me lo dañé. Yo tenía lo moño por ahí con trenza era y me lo recolté ahora. La mamá mía vino y tuve que recoltame. Fue por eso. Pero oye, yo quiero una americana, así como tú.

-¡Que yo no soy americana!

- O sea no importa, pero yo te jallo, yo te considero así e. Te considero a ti yo así, así e que…tú ere que sabe.

lunes, 4 de enero de 2010

VIAJE A LAS MATAS DE FARFAN, primera parte




Fui un fin de semana a las Matas de Farfán a hacer un fotoreportaje sobre la celebración de San Antonio. En la guagua de ida todo transcurría bien: la guagua era grande, el aire bueno, la bachata no muy alta, la gente poca y amigable. Frente a mí estaba sentada una Mujer que se pasaba una Peineta Azul por el pelo cada 20 minutos. Una hora antes de llegar a nuestro destino surgió un olor un poco raro que desató una serie de comentarios:


- Chofer, y ese bajo?
- Esa fue la mamá de lo pe…
- No, eso fue uno que se cag…
El olor no se iba y las ventanas no abrían. El chofer lo que abrió fue la puerta un rato, y siguió manejando en lo que fluía la brisa. La Mujer de la Peineta Azul ahora era que estaba pasando trabajo.
Se fue el bajo. Volvió el bajo. Esta vez el chofer detuvo la guagua a la derecha de la carretera, se levantó de su asiento alterado y anunció: “Y qué e? To’ el mundo se va a apeá y se va a bajá lo pantalone pa’ ve cuál e el que ta cag… Vamo, to’ el mundo, empezando por mí."
La gente se empezó a apear, como siguiendo órdenes, y yo no sabía qué hacer. Me quedé congelada al lado de mi asiento un minuto analizando mis opciones. Me asomé por la ventana para ver la movida de afuera y vi a una mujer subiéndose la falda y, ¡deslizando su ropa interior hasta los tobillos! ¿De verdad nos iban a desnudar a todos? Yo estaba asustada, pero luego de cinco segundos vi que nadie se acercó a inspeccionarle el trasero, sino que ella se agachó a hacer pipí, aplastada al lado de la guagua y rodeada de todos sus compañeros de viaje. Luego, detrás de ella, se pararon dos hombres a hacer pipí en otra dirección. Todos haciendo pipí juntos, como una gran familia. 
A pesar de haber bajado a todos los pasajeros de la guagua, no se pudo descubrir quién era el culpable del olor. Cuando volvimos a subir, uno inspeccionó y se dio cuenta de que había un sillón embarrado de pupú. Un asiento que “no pertenecía a nadie” y que ahora mágicamente estaba sucio. Era un sillón frente a una sospechosa señora que cargaba a un niño. Un amable pasajero se ofreció a limpiarlo. Cuando terminó la desgraciada labor, la Mujer de la Peineta Azul le extendió la mano y le dijo, “Mira aquí hay un chin de Agua Florida pa’ que te limpie la mano, toma.” 
Y así fue como una docena de personas (excluyendo a la mujer que andaba con el niño, a la cual todos culparon y consideraban deshonesta) unieron sus fuerzas para lograr un ambiente más agradable en el Expreso de Las Matas de Farfán.