miércoles, 16 de abril de 2014

TOQUE DE QUEDA

Hace un año, la ciudad de Boston se apagó por un día completo. Casualmente, yo estuve allí. 

En abril de 2013, tenía una beca Fulbright (del gobierno de EEUU) y estaba terminando mi maestría en Missouri. La Fulbright organizó un evento para las estudiantes de término: un seminario en Boston donde se reunirían más de 100 mujeres de más de 70 países, durante 4 días en Simmons College.
Meses atrás ya me habían enviado la información del viaje. Yo iba a volar miércoles. El lunes, dos bombas mataron a tres personas e hirieron más de 175 en un maratón. El martes nos aseguraron que el seminario seguía en pie: “There are currently no changes to the agenda and we encourage all of you to attend this special event for Fulbright women.” Así lo pintaban. Las actividades no iban a tener lugar cerca de downtown Boston, pero “eviten andar por ahí en su tiempo libre, ya que es una escena de crimen activa.” Nada grave. Y si un programa de becas del mismo gobierno americano se hace responsable de traer a más de cien personas a una “escena de crimen” que dicen que ya es segura, pues uno le cree porque si nos llega a pasar algo ellos quedarían muy mal, no?
Todo parecía tranquilo al llegar. Nos enfocamos en conocernos y en seguir el programa, intentando hacer una vida normal. El jueves por la noche salimos un grupito a un bar. Una de las mujeres era estudiante en Boston y se conocía los lugares bien. Fuimos a downtown (Dónde fue que nos dijeron que no fuéramos?) Habían algunas calles cerradas, por la policía y por las flores, pero en los alrededores había movimiento nocturno. Terminamos en un bar en el piso no sé qué, con vista panorámica de la ciudad. No duramos mucho allí; era un poco caro para nuestro presupuesto de estudiante. Una mesa para más de una docena de mujeres nos iba a costar mucho, pero quedarnos paradas en la barra con un trago (uno solo, que rindiera toda la noche) conversando no era un problema. Uno de los televisores sobre la barra mostraba un juego de deportes y el otro las noticias. No se escuchaba nada, pero en un momento el texto que se deslizaba por debajo de “Breaking News” decía que habían matado a un policía del campus del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Un hecho ajeno a las bombas, pero aún así no dejaba de sorprender la violencia que había atacado la ciudad esa misma semana. Nos fuimos temprano de regreso al hotel. A las 8 de la mañana siguiente teníamos que estar en el lobby listas para salir en grupo a otra actividad.
Pero el policía asesinado esa noche no era un caso aislado a las bombas. Los dos sospechosos del atentado en el maratón lo atacaron e iniciaron su huída en un carro robado. Mi compañera de habitación y yo nos enteraríamos de esto en la mañana mientras caminábamos, aún medio dormidas, hacia el ascensor.
-        “Por qué presionas 1 si quedamos en reunirnos en L?” le pregunté a una estudiante que no había salido con nosotras la noche anterior.
-        “Quedamos en reunirnos en 1, en la cafetería” me respondió.
-        “No, ayer dijeron...” le empecé a responder hasta que me interrumpió.
-        “No se enteraron?”
-        “Qué cosa?”
-        “Anoche mataron a un oficial. Eran los mismos de la bomba. La policía empezó a perseguir a los sospechosos. Uno de los hermanos murió de un disparo y el otro se escapó. Lo están buscando. No vamos a salir hoy a ningún sitio, hay toque de queda. Nos vamos a reunir en la cafetería ahora.”

Era mucha información para digerir en el trayecto del piso 4 al 1. Entramos a una cafetería repleta, donde las meseras hacían un gran esfuerzo de tomarle la orden a cada una, mientras los televisores mostraban una y otra vez imágenes de lo sucedido. De allí nos pasaron a un salón del hotel, donde un policía de Simmons College, el oficial Mike, se iba a hacer cargo de nosotras. Nos explicó los detalles de lo que estaba pasando, mientras alguien montaba un proyector que iba mostrando las noticias en vivo para mantenernos enteradas desde este salón que sería nuestra celda por el día. No podíamos salir del hotel. Nos reiteraron la importancia de eso. "Por su seguridad y por cooperar con la investigación, mientras menos gente en la calle haya que revisar, mejor..."

 
El oficial Mike no era para nada intimidante. No daba la sensación de que te podía defender, pero sí de que en él podías confiar. Su cara de buena gente no se la despintaba nadie. Pero por eso mismo no te daban ganas de seguir órdenes por obedecerlo, sino más bien por complacerlo. El gran oficial Mike: una aguja macho en un pajar de mujeres.
Un detalle interesante: nuestro hotel estaba ubicado en la zona de hospitales, cerquita del Beth Israel Deaconess Medical Center, donde las víctimas del maratón y el hermano herido fueron llevados a ser tratados. Policías y periodistas no faltaban en el área.
Al medio día el salón se llenó de mesas y sillas para almorzar. Ya estábamos un poco aburridas, encerradas tantas horas. Unas trabajaban tareas en sus computadoras en algún rincón. Otras intentaban encontrar algún otro tema más de conversación. No queríamos seguir viendo las noticias, resultaba más estresante. Apagamos el proyector.
Fui al buffet a armar mi sándwich y me llevé el plato a una mesa al lado del ventanal que daba hacia la calle. Al menos allí me sentía un poco más... afuera. Al cabo de dos minutos una de las organizadoras se me acercó para pedirme que mejor me sentara lejos de la ventana, por razones de seguridad. Me parecía un poco exagerado, si allí no me iba a pasar nada. La búsqueda policial era en un suburbio lejos de donde estábamos. Pero no me estaba dando la opción. Lejos de la ventana entonces. Cinco minutos más tarde las instrucciones fueron otras: “Todas fuera del salón. A la cafetería.” El salón daba hacia la calle; la cafetería, por el contrario, no tenía ni ventanas. Era un espacio en el mismo centro del hotel, rodeado por otras paredes y salones. “No pasa nada,” nos repetían, aunque era obvio que sí.
Al terminar de comer, cruzando un mar de murmullos, subí a mi habitación. Por la ventana de al lado del ascensor podía ver un carro de la policía aparcado en la misma entrada del hotel, y un SWAT team caminando por la acera. Los empleados del hospital del frente miraban curiosamente hacia abajo desde sus ventanas. Y me iban a decir que no pasaba nada?
Resulta que un muchacho pasó caminando por el hotel y se le cayó una bolsa sin darse cuenta. Alguien reportó el paquete misterioso y solitario dejado en la calle y se apareció todo un equipo para investigar. Por suerte la histeria duró poco y pudimos regresar a la “normalidad.” Yo aproveché para durar un rato en la habitación, en silencio. Después de par de días en medio de cien mujeres, silencio era algo que hace tiempo no experimentaba.
Mientras tanto, en el salón, empezaron a programar un evento para esa noche, algo que se pudiera hacer en interior (o sea, en el mismísimo salón). Planearon algo a lo que titularon “talent show” que era más bien una oportunidad para que cada mujer se parara en frente al grupo unos minutos a presentar un elemento cultural de su país. Una chica de Uzbekistán hizo un baile sensual, otra de Tailandia nos enseñó artes marciales, y unas argentinas explicaron a las no-hispanoparlantes las diferencias entre el casteshano de su país y el del resto de Latinoamérica. Creo que ya empezábamos a sentirnos más relajadas después de la tensión del día.
Fue entonces cuando a las 9pm el oficial Mike nos interrumpió la fiesta: tenía buenas noticias. El sospechoso había sido atrapado y el toque de queda había llegado a su fin. La pesadilla se había terminado (para algunos). Se sentía como un triunfo (para todos). 
Entre aplausos, las mujeres halaron al gran oficial Mike hacia el frente del salón y lo obligaron a participar del talent show. Siendo él estadounidense, la manifestación cultural que le tocaba era cantar en karaoke una canción gringa: American Pie de Don McLean. El accedió. A la mitad lo escuché decir, “Se me había olvidado que era tan larga!” y seguía cantando. La canción dura 8 minutos y 40 segundos. Pero comprometido, y con un coro de fondo de cien voces femeninas, llegó hasta el final.  
They were singing, bye bye miss American pie...

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