lunes, 17 de marzo de 2014

GENTE DE BAVARO. HISTORIAS.

Y si conversar y comunicarnos no fuera tan sencillo?

 

Sasha. Rusia.

Sasha en Playa los Corales.
La gente le hace fotos y se le acerca a menudo. El, entusiasmado, les cuenta su historia; en ruso. 

Lo había visto el día anterior, tocando guitarra en la playa con la piel demasiado bronceada. A la mañana siguiente cuando vi que seguía allí, sentado al lado de una maleta carry-on y una bolsa con sus pertenencias, pensé que entonces ese debía ser su puesto habitual. Me acerqué a hablarle e inmediatamente me hizo señas de que me sentara a su lado. Comenzó a hablarme en ruso sin parar. Las únicas palabras que pude distinguir fueron las que dijo en inglés o lenguaje universal: Russian, communist, Guantánamo, Bush y Perestroika. Hacía señas para auxiliarse. Me pidió mi mano con sus gestos. La agarró y me la llevó hacia su cuello, escondido debajo de la barba. Me hizo sentir su garganta. Luego hizo señas que parecían insinuar que alguien lo había ahorcado. Siguió hablando en ruso y haciendo señas de golpes en la cara. Me pidió la mano otra vez. Esta vez eligió mi dedo índice y lo empezó a llevar hacia su barba de nuevo, excepto que esta vez llegó hasta su boca: ADENTRO de su boca. Me hizo sentir la textura pronunciada de su paladar. Luego dejó libre mi dedo, ahora lleno de su saliva. Me obligué a no darle mucha mente y a ocultar mi cara de sorpresa (y asco). Sólo seguí escuchando los sonidos y observando las señas de sus manos, sabiendo que si me pedía la mía otra vez no se la iba a volver a dar.  

Pasaron dos rusos caminando por la playa que parecían conocerlo de antes. Sasha los llamó para que se acercaran. Se presentaron: Sergei y Aleksander. Les dije, "Tatiana." Por lo menos mi nombre era ruso, pero mas lejos de ahí no llegaba porque seguía sin entender nada. Creo que Sasha comenzó el mismo cuento otra 'vez, porque nuevamente escuché communist, Guantánamo, Bush y Perestroika, acompañados de la seña de ahorcado. Habló y habló. Percibí las ganas de irse en la cara de uno de los tipos. Al cabo de un rato me paré y parece que rompí la taza porque los otros dos aprovecharon para despedirse.

Sasha los dejó ir. A mí me dijo que me esperara. Me llamaba "Tania," el diminutivo de Tatiana en Rusia. Caminamos hasta su maleta y sacó una libretita. Estaba llena de firmas y nacionalidades de personas de distintos países, saludando a Sasha. Era mi turno. Le firmé mi nombre, escribí 'República Dominicana', nos sonreímos y seguí mi camino. El regresó a sentarse al lado de su maleta y siguió tocando la guitarra.


 Justin. Philadelphia, EEUU.

Justin en el callejón hacia Playa los Corales.
Hace 3 años fue voluntario del Cuerpo de Paz en Pedernales. Ahora regresó al país de vacaciones a visitar amigos y conocer un poco más antes de regresar a casa y empezar una carrera nueva; quiere ser enfermero. Es su primera vez en Bávaro. "No puedo creer que nunca vine cuando vivía aquí," dice. 

Aprendió bachata y merengue en la isla. De paso conoció el ruido constante de los motores, aunque para él, al contrario que para los demás voluntarios que vivían cerca del malecón de Pedernales, eso no era un problema. Cuando tenía un año de edad se enfermó de meningitis y perdió la audición. Ha usado audífonos desde entonces. "Todos los voluntarios se quejaban de no poder dormir por el ruido, pero como me saco los audífonos para acostarme, dormía como un bebé!" dice. Con los aparatos puestos escucha prácticamente todo, pero no son a prueba de agua. Cuando salía a hacer ejercicio trotando por Pedernales, también se los sacaba por el sudor. "Pero me ponía auriculares de todas formas para que pareciera que estaba usando el iPod. Porque la gente del pueblo me saludaba por la calle pero yo no oía nada. Y si no les respondía se enojaban y pensaban que los estaba ignorando. Al menos con los auriculares podía usar la excusa de que estaba oyendo música!" dice.

También aprendió el español aquí. De niño, iba a una escuela normal en Filadelphia, pero a los estudiantes sordos y con deficiencias auditivas los sacaban de las clases de música y de idiomas. "Estoy orgulloso de mí mismo por haber podido aprender español," dice. Cuando le conté de mis dificultades para comunicarme con el ruso me respondió, "Welcome to my world!"

 Yahaira. Higüey, La Altagracia.

Yahaira en el lobby del hotel donde trabaja.
Es de Higüey y trabaja en un hotel en Bávaro. Es mamá de mellizos: la hembra no tiene problemas pero el varón no esucha nada. "No me gusta decirle así, 'sordo,' no sé, me gusta pensar que mi hijo se va a poder desarrollar normal," dice. Nació así.

Los especialistas le recomendaron poner al niño en una escuela normal para que por el momento aprenda español en lugar de lengua de señas. Pero el niño, hoy de 9 años, no quiere usar su aparato. "Creo que los amiguitos lo molestan en la escuela y no se lo quiere poner," explica. Una vez gastó 500 dólares sólamente en repararle el audífono. Ni el seguro ni el gobierno cubre esos gastos. Tiene que ir a la capital a buscarlos porque en Higüey no aparecen. "Como padre uno quiere darle lo mejor a sus hijos," dice.

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