lunes, 25 de abril de 2011

ELIAS PIÑA (PRIMERA PARTE)

Semana Santa. Cuando pensé en ir a un lugar donde no hubiera demasiado caos, pensé en visitar a Kathy, mi amiga gringa que se acaba de mudar a Elías Piña. Ni playa, ni montaña, ni río: o sea, poca gente. Bueno, río hay cerca pero no es el mejor momento para bañarse en un río de la frontera, y menos yo que voy recogiendo más enfermedades que un bebé en un preescolar. Así que el miércoles me fui al pueblo de Comendador: el lugar perfecto para hacer NADA. La idea era pasar unos días tranquilos, y así fue, exceptuando el drama inesperado del jueves por la mañana.

La noche del miércoles me acomodé en la casa de Kathy. Es una casa amplia, donde también vive su compañera haitiana de la organización para la cual trabaja. Es una ONG con programas en varios pueblos de Haití y, recientemente, en el area fronteriza de Elías Piña. Kathy tenía varios meses fuera del país y aprovechamos la primera noche para bebernos una botella de vino tinto y actualizarnos. Hablamos por horas hasta que ella se fue a dormir y yo a leer. Me llevé el libro que había dejado por mitad hacía dos meses y lo abrí donde marcaba el separador de páginas. El protagonista estaba en casa de un tal Stanley que yo no me acordaba quién era y no iba a volver hacia atrás para averiguarlo. Me costó dormirme y me desperté temprano. Fui a buscar a Kathy, que me había dicho que al amanecer podíamos salir a caminar por los conucos o hacer yoga en la terraza. Algo tranquilo. Pero las cosas se complicaron.

Eran las 7 y pico de la mañana y la compañera haitiana estaba hablando por el celular agitada. “Creo que pasó algo,” me dijo Kathy con cara de que todavía no entendía bien el qué. Salimos al pasillo y ya la llamada telefónica había terminado. La compañera se acercó a mi amiga y empezó a hablarle, “Me tengo que ir, hubo una protesta anoche en Belladere, incendiaron casas de nosotros. Murió uno.” En este momento se encorvó hacia adelante y comenzó a llorar. Segundos después recuperó la voz y siguió hablando, “y habían niños quemados. Voy a la frontera.”

Lo que pasó fue lo siguiente (lo cual no entendimos hasta horas más tarde): En Belladere, a 15 minutos de la frontera, por descontento con los resultados de las elecciones, varios haitianos salieron a protestar el miércoles por la noche incendiando casas, incluyendo las de los compañeros haitianos de esta ONG. El primero en intentar salir de su casa en llamas fue quien no sobrevivió. Al abrir la puerta fue atacado con piedras y quemado vivo. Y en el inexplicable mundo en que vivimos, resulta que las personas que lo atacaron lo conocían por su labor en la comunidad. Y esas mismas personas, luego de rociar con gasolina y quemar las casas, minutos después ayudaron a sacar a una mujer y sus hijos del fuego que ellos mismos habían provocado. Pero todo esto fue la noche anterior.

Ahora en la mañana del jueves la situación era que habían 25 haitianos de la organización que salieron a salvo del incendio y que necesitaban dejar Belladere lo más pronto posible y tomar la carretera hacia Puerto Príncipe, donde los esperaban sus familiares. Pero los manifestantes habían bloqueado esta carretera y el grupo se dirigió hasta la frontera, desde donde nos llamó la compañera de Kathy para informarnos: los quemados (una madre y dos hijos) los iban a llevar a un hospital en Santo Domingo y a los demás los iban a transportar hasta nuestra casa en pequeños grupos que cupieran en el jeep, mientras se gestionaba un hotel en Comendador para todos ellos por esa noche. A la mañana siguiente los intentarían mandar con choferes por una ruta alternativa hasta Puerto Príncipe. Así que Kathy y yo, y otra muchacha que cocina en la casa, nos preparábamos para recibir un número de personas, hasta el momento indefinido, que no habían dormido en toda la noche, que no habían comido nada, y que sólo hablaban creole. “¿Cuántas personas vienen?” preguntamos. Dentro de la algarabía y confusión desde la frontera sólo nos podían decir, “no sabemos, por ahora 8 ó 10, pudieran ser más, 15 ó 20.” Ok.

La casa tenía comida calculada sólo para 3 personas esta semana, pero teníamos un buen racimo de plátanos. Caminamos hasta el colmadito para completar y, dentro de la selección limitada de productos, compramos una docena de huevos, 6 cartones de jugo y una funda de pan. El primer grupo llegó a eso de las 10. De ahí hasta las 2 p.m. la casa tuvo un movimiento constante de colocar platos y vasos en las mesas, cocinar huevos y tostones, servir vasos de jugo, recoger todo y fregar, para luego de la llamada diciendo “vienen 10 más,” repetir: viaje al colmado, poner la mesa, cocinar, recoger, fregar… y comunicarnos entre todos con señas dentro de una casa demasiado silenciosa si consideramos el número de personas que se movía allí dentro. También habíamos preparado todas las camas y colchones que habían en las habitaciones para que algunos pudieran descansar. A las 2:30 me senté muerta en el sofá de la sala y me quedé dormida yo también. Desperté poco tiempo después y ya se empezaba a vaciar la casa. Lo del hotel estaba resuelto. Al día siguiente salieron todos para Puerto Príncipe.

6 comentarios:

  1. Buen post... no entiendo esa cultura por mas que la analice. Pero buen post. Creo que me va a gustar mucho esta serie.

    ResponderEliminar
  2. bárbaro! que heroes son uds. ( : saludos desde santiago

    ResponderEliminar
  3. Waoooo,, tremendo ese episodio,,, fuerte en verdad!

    ResponderEliminar
  4. La verdad es q cuando la vida vale tan poco para algunos la cosa se puede complicar. Taty cuidate mucho tu q vives de frontera en frontera. Maxim.

    ResponderEliminar