lunes, 4 de octubre de 2010

MITOS

Laura
En la conversación que tuve con Willian en el motoconcho camino a la piscina, me señaló un pájaro negro que volaba cerca del camino. "¿Tú ve ese pájaro? Se llama Laura y sólo come vaina muerta." "¿Laura? ¿Cómo el nombre de mujer?" pregunté. "Aja." No tenía mucho sentido eso, así que mi imaginación decidió explicarlo de la siguiente manera: en el pueblo de Sabana de la Mar una vez existió una jovencita llamada Laura que siempre andaba con hombres muy viejos, al borde de la muerte, para sacarles dinero. Las malas lenguas del pueblo que cuestionaban el comportamiento "indecente" de la jovencita, vieron cierta similitud entre Laurita y el pájaro negro, y bautizaron a este último con su nombre. Esa era mi versión.

En el recorrido por el Parque Nacional de Los Haitises al día siguiente, vi unas cuantas Lauras más sobrevolando y le pregunté al guía cómo se llamaban esos pájaros, sólo para confirmar. "Se llaman Aura, Maura o Laura. Lo trajeron lo gringo cuando la invasión para detectar dónde en la montaña había un soldado caído." Ah. Mi historia de "amor" se convirtió en una guerra. Me sigue gustando más mi versión.

La Silla Caliente
Después de Los Haitises, mi amiga y yo almorzamos en el hotel. Me estaba contando que en la guagua había visto a una señora desocupar un asiento y que, cuando vino otra señora a sentarse, ésta se quedó con la nalga suspendida en el aire un rato antes de sentarse del todo, esperando que se enfriara el sillón. Me dijo que le dio risa y que no entendía cómo la gente podía creer en eso. "¿En qué?" le pregunté.

Mi amiga es una gringa que llegó al país con el Cuerpo de Paz. Vivió en un campito en Ocoa, donde, entre otras cosas, daba lecciones de educación sexual a los habitantes de la comunidad. Me contó que cuando en las clases se discutía sobre el VIH y sus vías de contagio, la silla caliente, era una manera segura de infectarse, según muchos de sus estudiantes. En otras palabras, creían que el calor que dejaba una persona al pararse de un asiento podía propagar el virus. 

No le he podido encontrar una explicación a cómo nació semejante creencia.

El Niño Enfajado
Todo este viaje en guagua desde Santo Domingo hasta Sabana de la Mar (más de 3 horas), y en bote desde el embarcadero hasta las cuevas dentro de Los Haitises, lo hice con una faja bien, bien apretada para quitarle peso a mi espalda baja, y que así la protusión no me doliera tanto. Es nueva la faja, la compré el día antes de irme allí. Antes llevaba una que me había prestado mi abuela, pero me quedaba un poco grande y me daba vuelta y media al torso. Esta nueva era de mi tamaño y además se ajustaba aún más en cuatro puntos diferentes. Puede resultar un poco sofocante, pero mejor sofocada que adolorida. La verdad es que estoy un poco cansada de todo esto, y resulta un poco limitante y frustrante todavía sentir dolor después de pasados ya 8 meses. A veces me consuelo pensando que quizás mi trabajo fotográfico se vea afectado de manera positiva por este sufrimiento, y ahora es que va a empezar mi período más creativo. Algún crítico de arte me comparará con Frida Kahlo, y esto que ahora parece un obstáculo es tan solo el primer peldaño hacia la fama. No, en ese caso prefiero morir desconocida. 


En el recorrido en bote por Los Haitises paramos en una de las cuevas que tienen pictografías supuestamente hechas por los indígenas sobre las paredes. Fue precisamente en uno de esos dibujos que encontré mi mayor consuelo. En esta cueva el guía no bajó del bote con nosotras, sino que vino el hijo del guía, que se notaba que no sabía mucho de lo que estaba diciendo. Entramos. Nos alumbraba las paredes con un foco y nos iba enseñando los dibujos y el nombre de cada uno: la garza, el tiburón, la deidad, el niño enfajado... "¿Qué es un niño enfajado?" pregunté. "Un niño con una faja," me respondió el hijo del guía. "¿Y por qué tiene una faja?" "Tú ve que a lo bebé lo envuelven pa que no se le salga el ombligo." Obviamente esa explicación no me convenció en lo absoluto. Me quedé mirando la figura. Algo me atraía y me hacía no poder quitarle los ojos de encima y seguir acercándome más. Sentí una conexión con el niño (sí, con algo inerte que estaba dibujado sobra una pared, no me juzguen, pero es cierto). Tenía una cara de que estaba muy enojado y me intrigaba. ¿Qué te pasa, niño? ¿Por qué esa cara? No fue difícil deducir qué era lo que le molestaba: es que, al igual que yo, está malhumorado pensando "Soy muy joven para tener esto puesto."



2 comentarios:

  1. Tu faja es mas grande que la de Jack Veneno! Recuerdo que vi esa imagen del niño cuando fui hace unos meses.

    ResponderEliminar
  2. "Laura" la conocí en Cuba, se llama Aura Tiñosa (http://es.wikipedia.org/wiki/Cathartes_aura). Tengo fotos de ellas comiendose los cangrejos que - caminando entre el mar y el campo - pasan por una caretera y los carros no pueden evitarlos de ninguna manera, asi que las auras tiñosas se aprovechan.
    La faja es terible, pero espero te ayude: tengo el mismo problema y se que significa. :((

    PS Lindo conocerte, Tatiana. El viejo "turco" del Conde me encanta: me gusta escuchar sus cuentos, normalmente en la Cafetera, fumando un cigarillo tras otro.

    ResponderEliminar