lunes, 2 de agosto de 2010

MAR


Estuve un fin de semana en Samaná con un pequeño grupo de amigos. La primera noche dormimos en el Limón, en un hotel de cuatro habitaciones estilo casita de madera en el campo, con colores brillantes y techos de zinc. La cama tenía un mosquitero colgado de un clavito en una esquina. Faltaba encontrar los otros tres clavitos para abrirlo y colocarlo correctamente. Miré por todas partes y encontré como 15 opciones: pequeños, grandes, con la cabeza chata, con la cabeza tipo gancho, en la pared izquierda, en la derecha, en la de alante, en el techo... mi cerebro se rindió y no colgué ningún mosquitero, simplemente puse el abanico en el nivel más alto. Me ofusco cuando veo demasiadas opciones. Por ejemplo, en casa de algunas personas de clase media y alta, cuando entro al baño de visitas a lavarme las manos me pasa lo mismo. Después de mojármelas, cuando busco cómo secarlas me encuentro con una toalla de lino con las iniciales de la pareja dueña de la casa, abajo de esa una toalla de algodón también con las iniciales, en la pared de al lado tres toallitas más de lino con encajes, y en el piso una canastica de mimbre con 7 toallitas de algodón enrolladitas. ¿Qué se supone que haga? Me confundo, me sacudo las manos un chin y me las termino de secar con los jeans. En el baño del hotel en Samaná no había toallas de lino, lo que había era una color fucsia detrás de la cual salió una cucaracha para desearnos buenas noches y luego caminarle por encima a los lentes de contacto de una de mis compañeras de viaje. 


A la mañana siguiente fuimos en botecito a varias playas no muy conocidas. Uno de los que andaba con nosotros bucea, y nos llevó primero a Cabo Cabrón. El trayecto en bote duró unos cuarenta minutos en un mar picadísimo y azulísimo, un azul que nunca había visto en ningún mar, intenso como el de la bandera. Las ganas de vomitar no faltaron. Mientras mi amigo buceaba, mis amigas y yo nadamos con esnórkel con mucha dificultad (siempre se metía agua por el palito), pero valió la pena. Lo más increíble estaba en el agua, aún cuando yo estaba limitada a estar a no más de 2 metros bajo el mar. El panorama era igual que en los documentales y ahora yo era parte de ello: inmensas paredes de coral a las que no se les veía el fin, con los rayos de luz filtrándose por el agua tan azul, peces de todos los colores nadando alrededor nuestro y haciendo el remolino ese que hacen (precisamente en el punto del mar donde los rayos del sol los iluminaban perfectamente). Era increíble ver el paisaje verde de afuera y luego hundir la cabeza en el agua y encontrarse con otro mundo distinto ahí mismito. Los peñoncitos de roca que sobresalían del mar, abajo del agua en verdad eran ENORMES y en ellos se escondían un montón de animales.


El otro destino del día fue Playa Frontón, donde el agua no era azul intenso, sino verdosa y cristalina. Para llegar, el bote iba bordeando la costa de acantilados cubiertos de vegetación. De repente, entre ellos se abrió una pequeña franja de arena y palmas, y luego seguían los acantilados. Esa franja de playa era nuestra parada. En Cabo Cabrón nos habíamos debatido entre si quedarnos sentados dentro de la barca para descansar las extremidades después de tanto nadar o si pasar el tiempo nadando precisamente para evitar estar sentados dentro de la barca sufriendo de unas náuseas incontrolables. Ahora, al fin en tierra firme y tumbados en la arena, pudimos descansar. Mirábamos hacia el mar o hacia un grupo de escaladores que subía la roca detrás de nosotros. Ya la cuestión no era la indecisión sobre en cuál clavito iba el mosquitero, sino el intentar decidir hacia dónde mirar y desde qué punto de la playa había una vista más bonita que la del punto anterior. Increíble, Samaná, increíble.

3 comentarios:

  1. Samaná es lo máximo! *-*

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  2. yo tengo muchisimos años disfrutando mis vacaciones de familia en Portillo, y cada año me dedico a conocer algun sitio nuevo de la peninsula.Precisamente hoy acabo de regresar de esas vacaciones, y sigo insistiendo que apuesto lo que sea a que papa Dios vive y duerme en Samana :)

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  3. Tati, increible de verdad como tu recuerdas lo de mis lentes de contacto jejejeje!!! ya se me habia olvidado completamente, que risa me daba esa entrada :D Annett

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