lunes, 8 de febrero de 2010

PUERTO PRINCIPE: LA VIDA DE CAMPAMENTO


Dentro de las zonas de campamento donde estuvimos, tanto en Jimaní como en Puerto Príncipe, el gobierno dominicano ha instalado unas cocinas móviles dentro de furgones, que ofrecen desayuno, comida y cena gratis para las organizaciones de ayuda y, en el caso de Puerto Príncipe, también para enviar a algunos refugios. Aunque la primera cena fue una harina de negrito que me tragué sin ganas, la mayoría de las otras comidas estaban bien: yuca con pica pica, arroz con habichuelas y coditos...




En Puerto Príncipe, como no pudimos salir casi nunca del campamento, muchos compañeros dedicaban su tiempo a hacerse muy amigos de los cocineros de los furgones, para poder conseguir para la cena un plátano maduro en lugar de verde, o huevo frito en vez de sardinas. También conocimos unos misioneros venezolanos que con los utensilios de cocina que había llevado mi grupo y con un poco de harina de maíz que consiguieron por ahí, nos prepararon unas arepas con revoltillo para el desayuno que estaban increíbles.


Todos nos paseábamos de un  lado al otro del campamento, conociendo personas de distintas nacionalidades como un viaje de intercambio cultural donde todo el mundo disponía de mucho tiempo para contar las historias de sus vidas. Los cascos azules siempre tenían mucho que contar, sobretodo porque se aburren mucho en las noches de guardia. Por nuestra zona venían desde Perú, Bolivia y Guatemala.

Por otro lado del campamento estaba un grupo de chefs Sikhs de la India (pero que viven en Cánada) que vinieron a Puerto Príncipa expresamente para cocinar comida hindú y repartirla entre los refugios. Los conocí una noche que cocinaban curry de vegetales picante y chapati (pan) y me invitaron a cenar. Me bañé (o sea: me eché agua con un jarrito), me puse la pijama y me fui donde ellos. Estaba buenísimo, extremadamente picante pero BUENISIMO. Disfruté mucho esa comida y lo que pude aprender sobre su religión durante la hora que estuve ahí. Cuando volví a mi tienda de campaña sólo tenía una cosa en la cabeza: "Espero que no me caiga mal esta comida..." Una hora más tarde, y luego de una curiosa visita al baño portátil mi pensamiento era otro, "En el furgón había plátano de cena, el plátano estriñe, pudo haber sido una mejor opción. ¿Por qué no elegiste el plátano Tatiana?" Me bebí un Prodom (Loperamida) y me dormí temprano con los dedos cruzados, esperando sentirme mejor a la mañana.

Pero no. A las 3 a.m. me levanté con fiebre alta, migraña y náuseas y salí de la tienda de campaña a vomitar en la oscuridad. Uno de los cascos azules que la noche anterior de manera muy coquetona me había dejado jugar con sus gafas de visión nocturna, ahora se acercó a preguntarme "¿Te sientes bien Tatiana? Te vi desde allá..." Muy sexy. Malvadas gafas. Hice las llamadas necesarias y conseguí un vuelo de regreso a Santo Domingo esa misma mañana. En lo que esperaba en el aeropuerto hice varias visitas a los baños portátiles, y todo pintaba a que iba de mal en peor. En lo que pagaba el boleto del avión le pregunté a la encargada de la aerolínea,

- ¿Hay baño en el avión?
Y se me rió en la cara. Luego se viró hacia un amigo y riéndose le dijo (lo dijo en francés pero la entendí, porque la maldad se percibe en cualquier idioma),
- ¡Pregunta que si hay baño en el avión!
El amigo se rió junto con ella. Luego me respondió (aunque no había necesidad de responderme porque ya me imaginaba la respuesta),
- No, no hay baño en el avión.
A mí no me parecía una pregunta tan estúpida, hasta que vi la avioneta en la que iba a volar. Las horas que pasaron entre abordar, despegar, llegar a Santo Domingo y pasar migración fueron eternas, con la voz interna que me presionaba recordándome, "No hay baño en este avión, no hay baño en este avión, no hay baño, duérmete, no hay baño..." Lo duro vino después de regresar a casa, hacerme los análisis y enterarme que la comida hindú no tenía nada que ver, sino que lo que tenía era una ameba que me iba a dar varios días más de malestares que yo ni me imaginaba que podían existir.

Afortunadamente, a la hora de escribir esto ya estoy curada; el dolor ha pasado y las libras perdidas creo que las he recuperado. Es imposible determinar si me contagié desde RD o en Puerto Príncipe (ya que una ameba puede incubar en 3 días o hasta en un mes), pero espero poder regresar a Haití pronto, ¡y tener mejor suerte!

3 comentarios:

  1. heheheh muy sexy!! ayy amiga ya tu sabes que todo lo tuyo es innato, hasta vomitar en la oscuridad te siente :P

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  2. Si vuelves... pues come platano! por si acaso...

    y esta frase me dio mucha risa: "la maldad se percibe en cualquier idioma"

    :)

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  3. Jejeje.. Tati me encantó éste!!
    Un beso y que sigan tus viajes que disfruto muchísimo leerte!!

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